74 Poemas tristes
depedida
Quizás te diga un día, que dejé
de quererte, aunque siga
queriéndote más allá de la
muerte ;y acaso no comprendas
en esta despedida, que, aunque
el amor nos une,
nos separa la vida.
Quizás te diga un día que se
me fue el amor,
y cerraré los ojos para amarte
mejor, porque el amor nos
ciega, pero vivos o muertos,
nuestros ojos cerrados, ven
mejor que estando abiertos.
Quizás te diga un día, que
dejé de quererte, aunque siga
queriéndote más allá de la
muerte; y acaso no
comprendas en esa
despedida, que nos
quedamos juntos
para toda la vida.
YO SOY QUIEN LIBRE ME VI...
Yo soy quien libre me vi,
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».
Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo so el que, por amaros,
estó, desque os conoscí,
sin Dios, y sin vos, y mí».
BALANCE
Es terrible no encontrar a dónde ir...
De las casas unas están destruidas,
sin lecho, a oscuras y con telas de araña,
con lepras en los muros y con espectros tristes,
otras se alzan tan falsas como un decorado.
Del palacio o la casa encantada,
la tapicería vemos gastada, anticuada.
No hay belleza en aquel lugar, no hay misterio,
y continuamos nuestro aislado camino,
en el jardín gotea el surtidor del cansancio.
Hay posadas que ya no se abren más por nosotros,
con las que hemos perdido el contacto,
cuando exentos de excusa, buscamos,
titubeantes como un extranjero,
o aun como mendigos, lejanos, extraños...
Es terrible no saber a dónde ir,
al final del día muerto
a la hora en que a veces se bebe, o se mata.
Encontrar que no hay sendero,
no hay camino, no hay puerta, donde llamar,
en la fatua sonrisa del triunfo,
o en el pobre final, consumida ¡la Casa del Alma!
JOVEN
Hace mil puertas
cuando yo era una chiquilla solitaria
en una gran casa con cuatro
garajes y era verano
según creo recordar,
yacía por la noche sobre la hierba,
los tréboles cedían bajo mi peso,
las estrellas sabias fijas por encima de mí,
la ventana de mi madre un embudo
por el que escapaba un calor amarillo,
la ventana de mi padre, a medio cerrar,
un ojo por donde pasaban durmientes,
y las tablas de la casa,
suaves y blancas como la cera
y probablemente un millón de hojas
se mecían sobre sus extraños tallos
mientras los grillos cantaban al unísono
y yo, en mi cuerpo recién estrenado,
que aún no era el de una mujer,
interrogaba a las estrellas
y pensaba que Dios realmente podía ver
el calor y la luz pintada,
codos, rodillas, sueños, buenas noches.
Las hojas al viento
Las hojas de los árboles caen
aleatoria e imperfectas,
con ellas, todas mis expectativa
llevar esto a buen término.
En su momento,
que ingenuo fui...
pensé que podría llevar
con entereza este tiempo.
Entendí que sería fuerte,
sería capaz de aprisionar mi corazón,
dejando a un lado los sentimientos
y vivir mis sueños;
pero la realidad es otra,
todos esos sueños caen
como las hojas, para ser pisadas...
Axel costa
LOBO ESTEPARIO
Yo, lobo estepario, troto y troto,
la nieve cubre el mundo,
el cuervo aletea desde el abedul,
pero nunca una liebre, nunca un ciervo.
¡Amo tanto a los ciervos!
¡Ah, si encontrase alguno!
Lo apresaría entre mis dientes y mis patas,
eso es lo más hermoso que imagino.
Para los afectivos tendría buen corazón,
devoraría hasta el fondo de sus tiernos perniles,
bebería hasta hartarme de su sangre rojiza,
y luego aullaría toda la noche, solitario.
Hasta con una liebre me conformaría.
El sabor de su cálida carne es tan dulce de noche.
¿Acaso todo, todo lo que pueda alegrar
una pizca la vida está lejos de mí?
El pelo de mi cola tiene ya un color gris,
apenas puedo ver con cierta claridad,
y hace años que murió mi compañera.
Ahora troto y sueño con ciervos,
troto y sueño con liebres,
oigo soplar el viento en noches invernales,
calmo con nieve mi garganta ardiente,
llevo al diablo hasta mi pobre alma.
CASA ABIERTA
Mis secretos gritan fuerte.
No tengo necesidad de lengua.
Mi corazón ofrece hospitalidad,
Mis puertas se abren libremente.
Una épica de los ojos
Mi amor, sin ningún disfraz.
Mis verdades están todas previstas,
Esta angustia revelada a sí misma.
Estoy desnudo hasta los huesos,
Con la desnudez me escudo.
Lo que uso es el mí mismo:
Conservo sobrio el espíritu.
La ira permanecerá,
Los actos dirán la verdad
En lenguaje exacto y puro
Detengo la engañadora boca:
La furia reduce mi más claro grito
A una agonía tonta.
¿DÓNDE?
¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?...
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
...
Triste soledad que me acompaña.
Terrible oscuridad que asfixia la
quietud de mis entrañas.
Sollozos momentos que se han enmarcados.
Nostálgicos sentimientos que fueron engañados.
Anhelos que se pierden en la monotonía
Donde la felicidad no tiene cabida.
Escasos recuerdos encanecidos.
Pobre amor que navega en el olvido.
Vida lúgubre enmascarada
Aún tienes complejo de llamarada.
Es hora de salir de este vacío
De dejar de sentir que no has existido.
Desde el 31 hasta el 40 de un total de 74 Poemas tristes